El 4 de noviembre de 1922 después de más de una década de intenso
trabajo en el Valle de los Reyes, la gran necrópolis de los faraones egipcios, el
arqueólogo Howard Carter halló el primer escalón de una tumba desconocida:
la tumba de Tutankamón en el Valle de los Reyes, en Luxor, Egipto.
Durante las semanas siguientes, los miembros de su equipo vaciaron de
escombros el corredor descendente hasta llegar a una puerta que estaba
sellada, lo que parecía indicar que el sepulcro no había sido violado por
ladrones en la Antigüedad.
El 26 de noviembre, junto a lord Carnarvon, mecenas de la excavación, su
hija lady Evelyn y el arqueólogo Arthur Callender, Carter se dispuso a atravesar
la puerta. Tras realizar un agujero en la parte superior izquierda y dejar salir el
aire rancio estancado en la habitación durante siglos, Carter se asomó con una
linterna y quedó deslumbrado por el brillo del oro de los lechos funerarios, el
trono del faraón, las estatuas doradas saliendo de las capillas, los carros de
metal noble arrinconados en una esquina… Un tesoro como no se había visto
nunca antes en la historia de la arqueología.
Carter halló en perfecto estado la tumba del faraón que gobernara Egipto
hasta su muerte a los 18 años, unos 1300 años antes de Cristo, en lo que se
considera unos de los grandes descubrimientos arqueológicos de la historia.
Una serie de fallecimientos de personas involucradas en el hallazgo, que se
produjeron en los meses siguientes, dio pie a una posible “maldición de los
faraones” por profanar la tumba de Tutankamón. La muerte más famosa fue la
de Lord Carnarvon, quien financiara a Carter. Sin embargo, el fallecimiento del
arqueólogo, 17 años después de su descubrimiento, refuta esa idea.
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