¡Socorro!
Veníamos bien y entusiasmados con las nuevas tecnologías, que sin dudas nos mejoraron mucho la vida, revolucionaron el trabajo, la ciencia, la comunicación, la educación… y al mismo tiempo se constituyen en una prueba más de que el ser humano tiene la misma capacidad para crear maravillas y perfeccionarlas, como para corromperlas perfeccionando cada día el mal que también mora en él.
Disfrutábamos del email hasta que, desde algún rincón oscuro, se comenzó a vender paquetes con nuestras direcciones, que debían ser privadas, y desde entonces recibimos más basura que mensajes de nuestros contactos. Además, desde algún rincón oscuro, las compañías comenzaron a vender paquetes con nuestras direcciones, que debían ser privadas, y desde entonces recibimos más basura que mensajes de nuestros contactos.
¡Qué invento genial Facebook!, pero, desde que la verdad fue licuada se degradó de tal suerte que es difícil diferenciar lo real o falso, la realidad de la ficción, la sensatez de la estupidez.
Fue inventado el phishing para pescar contraseñas; llamados de WhatsApp que suplantan la identidad (vishing); mensajes de texto con links apócrifos (smishing) con hackers que se quedan con nuestra cuenta y la de todos nuestros contactos, o el recibo de propuestas de trabajo falsas o esquemas fraudulentos de inversión.
La otra gran maravilla después del teléfono inalámbrico y el SMS fue Whatsapp, que hoy atendemos con desconfianza por temor a las estafas virtuales, que se reinventan día a día y cuando aprendemos a cuidarnos de una ya se inventaron dos más.
Desde mensajes falsos que ofrecen trabajo y correos fraudulentos de Netflix que buscan capturar nuestros datos bancarios, hasta llamados que simulan ser del “gerente de Mercado Pago”. Los bancos han tenido que advertir sobre mensajes que fingen ser oficiales del banco pero son creaciones de ciberdelincuentes para robar claves, datos, o pedir alguna transferencia a un CBU desconocido.
Mercado Pago ha difundido un alerta porque se “propagan engaños como supuestos regalos de aniversario de marcas conocidas, pidiendo reenviar el mensaje a varios contactos, lo que facilita la difusión del fraude y aumenta las posibilidades de engañar a los usuarios”.
Hay muchas formas de estafas on line, y cuando apenas se está alertando a la población sobre la más conocida, ya fue reemplazada por una nueva. Hemos leído que el 31% de los argentinos admite haber sido víctima de un hackeo. Se cree sin embargo que los números son mayores porque solo un pequeño porcentaje de los damnificados hace la denuncia.
Últimamente ha redituado muy bien para los delincuentes el recurso del código QR (“Quick Response” o respuesta rápida). Primero los estafadores adherían al parabrisas un simil multa por mal estacionamiento con un código QR para que el automovilista averiguara allí cuál es su infracción. Al ingresar al código QR de la boleta, caía en una trampa, que permite a los estafadores acceder a información confidencial almacenada en los teléfonos celulares, incluyendo cuentas bancarias y otros datos sensibles, o bien instalar un malware (código maligno).
Aproximándonos al fin del presente año, mientras todos estábamos siendo avisados de esa trampa, los delincuentes trasladaron su invento a las cartas de restaurantes y cafés. Allí ocupan una mesa donde la carta o menú se lee mediante QR (algo cada vez más común), luego pegan sobre ese código QR uno propio, que es una trampa. Luego llegarán otras personas a ocupar esa mesa “intervenida”, abriendo confiadamente el QR (superpuesto) para examinar la carta, siendo sorprendidos con un vaciamiento de datos porque acaban de ingresar a un sitio de estafas. A esto se le llama qrising y consiste en una suplantación de identidad por QR.
De hecho, cuando dábamos por terminada esta columna recibimos el alerta de otro phfishing; un ofrecimiento de Gas Nea (trucho) alegando un “Nuevo descuento para jubilados y ‘pencionados’ (sic) del 50%”, que es una trampa ajena a la empresa. Bastaría saber que sus redactores no cometerían semejante error ortográfico, que sin embargo pasará desapercibido para muchos.
Disfrutábamos del advenimiento de la Inteligencia Artificial, hasta que supimos que alguien que nos llama desde un número desconocido puede estar grabando nuestra voz para armar con una frase o discurso que nos incrimina, incluso pueden manipular nuestra fotografía dándole movilidad o poniéndola en situaciones reprobables.
Los hackers que ingresan a los sistemas de empresas para pedir rescate; los creadores de virus y gusanos en las redes; los ciber delincuentes en general, y los perejiles que los imitan, descubrieron que no hay fronteras para estafar con su lenguaje universal.
Los malos tienen el mundo a su merced y nos preguntamos cuántos ‘sing’ más nos acecharán diariamente, hasta convertirnos en seres desconfiados de todo, como perros apaleados.
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