Educar en tiempos de incertidumbre: el legado del ISEA en su 26º aniversario
Un refugio de esperanza, un lugar donde el arte y la educación se unen para formar personas capaces de transformar su realidad.
En un mundo marcado por cambios vertiginosos y desafíos constantes, la educación se erige como un faro de esperanza y resistencia. Este año, el Instituto Superior de Educación Artística (ISEA) celebra su 26º aniversario, recordando con gratitud a sus fundadores, el Profesor Raúl Oscar Maidana y Néstor Telso Gómez, así como a aquel primer equipo docente que, en marzo de 1999, inició este proyecto en la Vieja Usina. Hoy, más de dos décadas después, el ISEA sigue encendiendo el fuego de la docencia, una llama que ilumina incluso en los momentos más oscuros.
Educar en tiempos de incertidumbre no es tarea fácil. Sin embargo, como bien lo expresa el ISEA en su reflexión aniversario, la docencia es un acto de gozo esencial, optimista y apasionado. A pesar de las dificultades, los educadores de esta institución se mantienen firmes en su vocación de servicio y solidaridad. Son líderes que, aunque muchas veces vulnerados, no renuncian a su misión: formar personas íntegras en un mundo que, en ocasiones, parece valorar más las cosas que a los seres humanos.
El ISEA se inspira en las palabras de Aprile, quien afirma creer en "la potencia de la escuela para resistir a este proceso de masificación y de anonadamiento". Esta convicción es el motor que impulsa a la institución a emprender una aventura fascinante: la de evitar que las personas pierdan su valor en medio de una sociedad cada vez más despersonalizada. Para lograrlo, el desafío es claro: encontrar el lenguaje adecuado, aquel que transmita los valores esenciales y los convierta en un tesoro compartido por toda la comunidad educativa.
En este camino, la alegría es un elemento fundamental. Como bien lo expresaba Jorge Luis Borges en su poema, "De hambre y de sed muere un hombre al lado de la fuente".
La metáfora es clara: no basta con tener las herramientas a nuestro alcance; es necesario saber usarlas con entusiasmo y convicción. Los griegos lo llamaban ‘anasopiro’, una invitación a no achicarse, a sacudirse el cansancio, los desencantos y las cenizas para reavivar el fuego interior. Ese fuego, en el caso del ISEA, es el de la educación, una vocación hermosa y necesaria, especialmente en estos tiempos de incertidumbre.
El 26º aniversario del ISEA no es solo una celebración, sino también un recordatorio de la importancia de mantener viva la llama de la educación. Es un llamado a seguir construyendo un espacio donde los valores humanos prevalezcan, donde la solidaridad y el servicio sean pilares fundamentales, y donde cada estudiante se sienta valorado y escuchado.
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